Huracanes y cambio climático

Fuente: NOAA
Quedan pocos días para finalizar el año y, salvo sorpresa, si tuviésemos que elegir la imagen meteorológica más impactante o espectacular muy probablemente sea la que acompaña a esta entrada.
Esta imagen, captada en el mes de septiembre, muestra tres huracanes (de oeste a este: Irma, Katia y José) próximos al continente americano.

¿Es esta situación normal? ¿Es verdad que esta temporada de huracanes ha sido especialmente virulenta?
Según NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), organismo público estadounidense equivalente a nuestra AEMET, esta temporada de huracanes ha sido la más activa desde 2005.
Así, también debemos añadir que no es usual encontrar tres huracanes bien desarrollados coincidentes en el tiempo. Lo normal en una temporada de huracanes en el Atlántico Norte (que va desde junio a noviembre) es tener unos 6 huracanes (2 o 3 mayores, como los que aparecen en la imagen).

¿Qué papel juega en todo esto el cambio climático? Bien, para responder a esta cuestión vamos primero a exponer simplificadamente qué es un huracán y cómo se forma.
Debemos aclarar que el término huracán se usa para los ciclones tropicales en el Atlántico. Un tifón, como se conoce en el este asiático, nombra el mismo fenómeno. Así, podríamos decir que huracán o tifón son términos equivalentes usados en diferentes regiones. Ciclón tropical sería un nombre más correcto, aunque menos extendido.
De esta forma, un ciclón tropical, como lo llamaremos en adelante, necesita para su formación una perturbación previa sobre la zona de convergencia intertropical (zona donde convergen los vientos alisios de ambos hemisferios) y una temperatura oceánica alta (superior a 26ºC). Estas condiciones sólo se dan en latitudes tropicales. La energía básica de la perturbación se obtiene a partir de la condensación del vapor de agua procedente del océano. Así, la liberación de este calor hace subir la temperatura del aire que rodea al ciclón tropical, por lo cual se eleva muy rápido, atrayendo aire húmedo desde la superficie oceánica, que se eleva y liberará más calor al evaporarse (por eso, cuando un ciclón tropical toca tierra o se mueve hacia aguas más frías se desvanece, pues se queda sin su fuente de energía).
El aumento de la temperatura atmosférica, provocada por nuestra emisión de gases con efecto invernadero, hace que también aumente la temperatura de los océanos. Así, habrá más energía disponible para la formación de ciclones tropicales, lo que hace que sea más probable que dichos ciclones tropicales alcancen mayores intensidades. Así mismo, es posible que veamos ciclones tropicales en latitudes más altas, debido a que se extenderá la región donde se dan las condiciones favorables para su formación y mantenimiento.


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